Mi obra es uno de los reflejos de mi vida. Como artista, pinto para conocer y conocerme, es la parte más emocional de mi diario no escrito. Me gusta observar, pasear por ciudades y adentrarme en fragmentos urbanos que laten por si mismos hasta que me seducen las historias que pueden contarme esas ventanas, rostros y rastros de otras vidas. Soy voyeur y más tarde relatora con mis pinceles como herramienta.
En mis últimas obras intento ir un poco más allá y traspaso esos huecos para conocer historias en primer plano, identifico esos rostros, la mayoría mujeres, repitiéndolas una y otra vez para intentar esclarecer lo que me cautiva de todas ellas, cada arista de emoción, sentimientos y sensaciones que muestran en sus rostros, de todas sus historias para poder definir una nueva narrativa intimista y cargada de melancolía.
Comienzo con un dibujo figurativo que poco a poco se va desmembrando y se transforma, sin llegar a separar la temática ni desligándola de la pintura misma; me interesa el proceso, las formas y juegos de color desvinculados del referente, lo importante es lo que sucede durante el proceso, rozando siempre el límite entre lo real y lo abstracto fundidos para dar un sentido a la obra y dejando que el espectador la acabe en su mente con las sensaciones percibidas.
Los estudios de color son una parte crucial de mi proceso, me permiten establecer un estado de ánimo adecuado y capturar esa mirada, mis pinturas tienen una gran carga emocional y el color ejerce en ella un gran peso.